Lo cierto es que me costó mucho trabajo y tiempo ganarme la
confianza de este gran Lagarto Ocelado, pero una vez lo conseguí fue algo
maravilloso, comenzó a realizar su vida como si yo no estuviese allí,
acercándose tanto a mi, que en muchas ocasiones mi objetivo ya no podía
enfocarlo. Pude darme cuenta de lo tremendamente agresivos que son, incluso me
llegó a desafiar con posturas como la de la imagen.